La palabra Teosofía deriva del griego: theos = Dios, Divino; y sophia = Sabiduría; por lo que puede traducirse como Sabiduría Divina. Es importante señalar que no se trata de la sabiduría de un dios personal, sino de la Sabiduría Divina, del cúmulo de verdades que subyace en las enseñanzas primitivas de todas las religiones y sistemas filosóficos, los cuales han sufrido deformaciones y tergiversaciones a lo largo de los siglos por distintos motivos. Esta Sabiduría no es una verdad revelada, sino el conocimiento de realidades universales acerca de la esencia humana y las leyes que dirigen el cosmos, la cual es patrimonio de la humanidad, siempre existió y siempre existirá.
En este contexto la moderna teosofía es una presentación de estas verdades, que vierten luz para el entendimiento de las antiguas escrituras y muestran que todas ellas han surgido de un tronco común. Enseña a ver más allá del mundo en que estamos acostumbrados a movernos y plantea un sistema de valores cuya piedra angular es la fraternidad universal.
El término es generalmente atribuido a la Escuela Teosófica Ecléctica de Alejandría (también conocida como “Escuela Neoplatónica”) fundada en el año 193 d. C. por Ammonio Saccas, quien retomó muchos de los principios expuestos por Platón y Pitágoras. Entre los discípulos de esta escuela se encuentran Plotino, Jámblico, Porfirio, Proclo y otros importantes teósofos. Más tarde, a lo largo de la historia, diversas personas y movimientos adoptaron para sí el adjetivo de “teosófico”, como fue el caso de Meister Eckhart en el siglo XIV y el de filósofos del renacimiento como Cornelio Agrippa, Giordano Bruno y Paracelso en el siglo XVI, y Robert Fludd, Tomas Vaughan y Jakob Böhme en el siglo XVII. Por último, a fines del siglo XIX, H.P. Blavatsky y H.S. Olcott comenzarían lo que se denomina ‘el movimiento teosófico moderno’, con la Fundación de la Sociedad Teosófica en 1875.
Las enseñanzas fundamentales de la Teosofía (o Sabiduría Divina), que si bien difieren en la forma de expresión que ha tenido cada escuela a lo largo del tiempo y en cada lugar, pueden resumirse como sigue:
La existencia de una esencia absoluta desconocida, omnipresente, e impersonal, que interpenetra y es raíz de todas las cosas, tanto visibles como invisibles. Incomprensible para la mente humana puesto que la trasciende.
La Vida Una. Todo lo existente forma parte de una unidad y el ser humano es una parte de este todo universal. Esta vida una evoluciona en formas cada vez más perfectas. Esta evolución se verifica por ciclos de actividad y descanso.
La naturaleza eterna e inmortal del espíritu humano el cual, siendo un rayo del Alma Universal es idéntico en esencia a ésta última.
La posibilidad de que el hombre se haga Uno con lo Divino, trascendiendo sus limitaciones y participando de la Sabiduría Divina. La evolución o peregrinación del alma desde que se “separa” del Alma Universal hasta su retorno a la misma, luego de haber atravesado todos los estados y niveles del universo manifestado.
Los miembros de la Sociedad Teosófica estudian estas verdades y se esfuerzan por vivirlas.
Fuente: Sociedad Teosófica en Argentina