martes, 10 de enero de 2023

LA LEY DEL VERDADERO SACRIFICIO

Sacrificio. Es una ley tan universal en el reino del Espíritu, como lo es la ley kármica en el reino de la Materia. El Espíritu se desarrolla mediante esta ley de Sacrificio, de igual modo que evoluciona el cuerpo merced a la ley de acción y reacción llamada Karma. El espíritu vive y triunfa por el sacrificio, como prospera y evoluciona el cuerpo gracias a una actividad sabiamente dirigida. De ahí las siguientes declaraciones cuyo sentido es completamente espiritual: “Quien ama su vida, la perderá; y quien desprecia su vida en este mundo, la guardará para la vida eterna” (Juan, XII, 25), y esta otra: “Más bienaventurada cosa es dar que recibir”. (Hechos, XX, 35). – 
     El sacrificio consiste en prodigar la propia vida en provecho de los demás. Esta ley, que produce el desenvolvimiento del Espíritu, es también aquella por la cual los mundos son creados y sostenidos. 

   Todas las religiones, bajo símbolos diversos, colocan al sacrificio en los comienzos de la manifestación divina. Por un acto de sacrificio espontáneo, impone el Logos un límite a su vida infinita y se hace manifiesto para la emanación del Universo. Por el sacrificio se mantiene este Universo, y finalmente, por el sacrificio el hombre alcanza la perfección. Esta efusión del Espíritu divino que da nacimiento a un universo, hace del sacrificio la ley de la Vida, y nos da a comprender que, para el Logos, el sacrificio no es algo esencial mente penoso, sino una espontánea y gozosa efusión de vida para que otros participen de ella. Para el hombre, el sacrificio no representa tampoco dolor alguno, a menos que haya desacuerdo entre la naturaleza superior, cuyo gozo consiste en dar, y la inferior, cuya satisfacción es recibir y guardar. 

     En el hombre verdaderamente espiritual, perfecto, no existe tal desacuerdo, y por lo tanto, no hay para él sacrificio doloroso por arduo y duro que sea. “Ser un portador de la luz del Logos, un mensajero de su compasión, un obrero de su reino: he aquí lo que parece ser la única vida digna de ser vivida. Acelerar la evolución humana, servir la buena Ley, aligerar una parte de la pesada carga del mundo: esto es lo que parece ser la alegría del mismo Señor”. (Sabiduría Antigua, 378). Siendo el Espíritu la emanación directa de la Vida divina, es una fuente alimentada por un manantial inagotable; cuanto más se derrama al exterior, tanto más recibe. En los mundos materiales, todo está ligado por la cadena sin fin de la causa y del efecto, viniendo a ser el efecto una nueva causa, y así sucesivamente hasta lo infinito; “el mundo está ligado por la acción” (Bhagavad–Gîtâ, III, 9), y cada acción realizada es un nuevo lazo. Pero la acción ejecutada como formando parte de la actividad divina, cuando aquel que la ejecuta no es más que el agente que nada busca y nada desea para sí mismo como un yo separado, una acción tal ofrecida como sacrificio, no liga a su autor, porque entonces es el Todo quien obra  por medio de la parte, y no la parte que obra por sí misma. La acción liga al hombre, “excepto aquella que se hace por sacrificio”. (Id., III, 9). Tal es la vía que conduce a la libertad. 

 

     La materia liga por la actividad egoísta; el Espíritu libra por la actividad a guisa de sacrificio. El Espíritu triunfa así de la materia; el Hombre inmortal triunfa de sus cuerpos, y la voluntad humana se unifica con la Voluntad divina. “A El nos abandonamos” (Corán, II, 83), y el hombre ofrece su cuerpo como “un sacrificio vivo, santo y acepto a Dios” (Romanos, XII, l). (A. Besant: The Universal Text book of Religion and Morals, parte I, págs. 121 y siguientes). – Para llevar a la práctica la ley de Sacrificio, se recomienda que todos los días, antes de empezar la labor cotidiana, uno mismo haga de sí la ofrenda a Aquel a quien dedicó su vida. Su primer pensamiento será la consagración de todo su ser y de todas sus facultades y energías a su Señor. Luego ofrecerá en sacrificio todos los pensamientos, palabras y obras de la vida diaria en servicio de la Divinidad y de los venerados Maestros que activan y dirigen la evolución humana, y como expresión de la Voluntad divina, aceptará con ánimo inalterable todo cuanto le acontezca: suerte próspera o adversa, pesares o alegrías, todo lo ofrecerá en sacrificio. Añadiremos, por último, que en la ley del sacrificio, que un Maestro ha denominado “ley de la evolución del hombre”, radican algunas de las más profundas verdades del Ocultismo. 


 Annie Besant: Sabiduría Antigua, todo el cap. X