viernes, 18 de febrero de 2022

¿Por qué los niños deben aprender Filosofía?


Ilustración: Ulises Culebro

Dentro de cada crío hay un filósofo en potencia; la cuestión es cómo sacarlo a la luz Para ayudar a reflexionar a los más jóvenes llegan libros como 'El niño filósofo', de Jordi Nomen, un manual para enseñar a pensar


  ¿Por qué se acaba la vida? ¿Cómo es posible que existan los números si no podemos tocarlos? ¿Qué ocurre cuando uno muere? ¿Es posible demostrar si existe o no existe Dios? ¿Cómo sabemos que los perros no piensan? ¿Todos estamos al corriente de lo que está bien y de lo que está mal?

  Son preguntas trascendentales, metafísicas, dignas de sesudos pensadores y de meditabundos intelectuales. Pues bien: ahora pruebe a leer esas mismas preguntas encabezadas por la palabra «mamá» o «papá». Sí, son algunas de las típicas preguntas con las que muchos niños martillean a sus progenitores. Porque dentro de cada chaval hay un filósofo en potencia. La cuestión es sacarlo a la luz.

 «Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres», sentenció Pitágoras hace ya unos 2.500 años. Sin embargo, la Filosofía, la disciplina que precisamente enseña a pensar, a cuestionar, a sacar conclusiones, a aplicar respuestas críticas a los problemas cotidianos y, en definitiva, a vivir de forma reflexiva no sólo se encuentra cada vez más arrinconada en los planes de estudio. Durante mucho tiempo incluso ha estado vetada a los más pequeños.

   Ese saber que juega un papel fundamental a la hora de formar a ciudadanos comprometidos, con juicio propio y que no sean idiotas (los griegos llamaban idiotés a quienes no participaban en los asuntos públicos y carecían de pensamiento crítico) tradicionalmente ha sido considerado como una materia demasiado abstracta y demasiado obtusa para los críos, una forma de conocimiento apta sólo para las mentes plenamente desarrolladas de los adultos. El suizo Jean Piaget, famoso por sus estudios sobre la infancia, consideraba por ejemplo que hasta los 11 o 12 años los niños no eran capaces de desarrollar el pensamiento crítico.

Craso error. No es así.

  Los más pequeños no sólo pueden filosofar, sino que en opinión de numerosos expertos deben hacerlo. Tienen que hacerlo.

 Ya lo decía Matthew Lipman, un filósofo y educador estadounidense que hasta su muerte hace siete años fue uno de los grandes defensores de las ventajas que la Filosofía puede aportar a los más pequeños y al bien común. Tan fervientemente creía en los beneficios de la Filosofía que en los años 80 creó un programa educativo llamado Philosophy for children (Filosofía para niños).

ES NECESARIO ENSEÑAR A LOS NIÑOS A FILOSOFAR. DE ESE MODO APRENDERÁN A PENSAR Y PODRÁN CONSTRUIR UN MUNDO MEJOR, SER CIUDADANOS ACTIVOS Y COMPROMETIDOS

   Lipman había sido profesor en la Universidad de Columbia y se había percatado de que sus estudiantes eran capaces de recitarle de carrerilla toda la historia de la Filosofía, pero sin embargo no eran capaces de filosofar. Así que llegó a la conclusión de que debía ser en el colegio donde se aprendiera a pensar, a preguntarse sobre cuestiones filosóficas y a formar juicios razonables. Si no, sería demasiado tarde.

  Ese convencimiento le llevó primero a crear unos cuentos filosóficos para niños de 11 y 12 años cuyo objetivo era enseñarles a ser críticos, estimularles a hacerse preguntas y a tratar de respondérselas. Durante un año, Lipman estudió el efecto de esas lecturas en los alumnos de escuelas públicas de Montclair, en Nueva Jersey. El resultado mostraba que los beneficios de filosofar se veían reflejados en todas las áreas del conocimiento. Porque, en palabras del propio Lipman, «la Filosofía es por excelencia la disciplina que plantea las preguntas genéricas que pueden servirnos de introducción a otras disciplinas y prepararnos para pensar en las demás disciplinas».

   Philosophy for children se fue ampliando poco a poco, con nuevos libros para enseñar a los críos a filosofar y también con manuales para los profesores en los que se les explicaba cómo poner en práctica el proyecto. En vista de sus exitosos resultados, en 1986 el Departamento de Educación de Estados Unidos reconoció los beneficios de Philosophy for children, y desde entonces lo subvenciona. Hoy, el proyecto de Lipman está presente en 40 países.

 

La pregunta es: ¿cómo demonios se enseña a filosofar a los críos?

   A esa peliaguda cuestión trata de responder El niño filósofo, un delicioso libro firmado por Jordi Nomen, profesor de Filosofía y uno de los cerebros detrás de la escuela Sadako de Barcelona, uno de los centros educativos más influyentes e innovadores de España. El libro, publicado por la editorial Arpa, es un manual práctico para ayudar a padres y educadores a enseñar a filosofar a críos de entre 9 y 12 años.

  «Es necesario enseñar a los niños a filosofar. De ese modo aprenderán a pensar, podrán construir un mundo mejor, participar activamente en un proyecto común, podrán ser ciudadanos activos y comprometidos, capaces de separar la verdad de la mentira en estos tiempos en los que resulta difícil, en estos tiempos de falsas promesas. Para contribuir al bien común, tenemos que poder pensar de manera lúcida y creativa, filosófica. Y eso es algo que o se aprende en edad escolar o no se aprende», asegura Jordi Nomen.

  Estimular el pensamiento filosófico en los pequeños no resulta en principio complicado. Al fin y al cabo los niños llegan al mundo con una curiosidad insaciable y una enorme capacidad de admirar lo que descubren. «Dos cualidades filosóficas», señala Jordi Nomen. Se trata de estimularles, de abrirles una ventana diferente para contemplar el mundo: la de la mirada filosófica.


FILOSOFAR AHORA ES MÁS DIFÍCIL QUE NUNCA. EXIGE PRESTAR ATENCIÓN AL OTRO, TIEMPO PARA REFLEXIONAR Y PROFUNDIZAR. EN ESTA SOCIEDAD DE LA INMEDIATEZ RESULTA COMPLICADO

 

    Uno de los modos de enseñarles a filosofar es devolverles algunas de esas preguntas con las que con frecuencia acribillan a los mayores. Por ejemplo, ante un «papá, ¿qué sentido tiene vivir sabiendo que al final todos vamos a morir?» se puede responder con «¿tú por qué crees?» y, a partir de ahí, establecer un diálogo. Pero Nomen apuesta, sobre todo, por tres herramientas para enseñar a los niños a reflexionar: los cuentos, los juegos y el arte.

    Evidentemente, los adultos deben simplificar su lenguaje al enseñar a los niños a filosofar. «Pero eso no significa obviar el rigor y la precisión», señala Nomen, subrayando que también es necesario que sean los propios niños los que descubran los presupuestos de las ideas y lo que implican. Y, para ello, es imprescindible que los adultos adopten una posición neutral y dejen a los críos expresarse libremente. Pero vigilando siempre que los pequeños sean respetuosos con las ideas de los demás.

   El problema es que no basta con que los padres y educadores tengan espíritu crítico para poder enseñar a filosofar a los niños: deben ellos mismos ejercitarse en esa práctica, saber hacer las preguntas adecuadas.

   El niño filósofo es, en ese sentido, un libro enormemente útil y práctico. Nomen pone a disposición de padres y educadores un total de 12 grandes preguntas que a lo largo de la historia 12 grandes filósofos occidentales se han planteado, incluyendo la respuesta que daban a las mismas. Platón nos adentra por ejemplo en la duda trascendental de si debemos actuar con la cabeza o con el corazón. A través de Séneca, podemos explorar si hay que tener miedo a la muerte. Qué es el mal encuentra respuesta en Hannah Arendt. Y de la mano de Nietzsche se puede comprender el valor de la creatividad.

    Pero Nomen no sólo ofrece esas 12 preguntas trascendentales y la respuesta que a cada una de ellas da un importante filósofo. También brinda un cuento con el que poder explorar junto a los niños todas esas cuestiones y las pautas para, a partir de ahí, poder establecer un diálogo con ellos, chivándoles algunas de las preguntas que pueden dirigir a los pequeños para hacerles pensar.

   Para adentrarse, por ejemplo, en el pensamiento de Erich Fromm, Jordi Nomen da la vuelta al cuento de Caperucita roja y lo transforma en un relato maravilloso: La historia de Caperucita contada por el lobo, en la que el animal denostado durante generaciones y generaciones por fin cuenta su versión de los hechos y se presenta a sí mismo como víctima en lugar de como agresor. Ese cuento al revés sirve para plantear a los críos cuestiones como «¿por qué crees que la versión del lobo no ha llegado hasta ahora y la de Caperucita sí?» o «¿cómo se construye la verdad?».

   Nomen también ofrece un juego y una actividad artística para proponer a los niños, relacionados los dos con el tema que se está tratando. Y así con cada una de las 12 cuestiones, con cada uno de los 12 filósofos que propone.

  El caso es que filosofar en tiempos de internet y de redes sociales, cuando todo son distracciones, se ha convertido en algo muy complicado. «Filosofar ahora es más difícil que nunca. La actitud filosófica, el diálogo filosófico, exige prestar atención al otro, tiempo para reflexionar, para pensar, para profundizar. Y en esta sociedad de la inmediatez, de lo rápido, eso cada vez resulta más y más difícil», asegura Nomen, quien, como jefe del departamento de Humanidades de la escuela Sadako, tampoco oculta su indignación ante el relego cada vez mayor de la Filosofía en los planes de estudio.

   «Me da la sensación de que algunos no quieren que pensemos por nosotros mismos, no quieren que seamos capaces de descubrir las mentiras y las falacias. Y la mejor manera de lograrlo es arrinconando las asignaturas de tipo humanístico, la Filosofía, pero también la Historia, la Literatura... Esas son materias que deben estar en el currículo porque nos hacen mejores ciudadanos», sentencia.

 

Fuente: EL MUNDO

 

21 FRASES DE CARL JUNG PARA CONOCERSE MEJOR


miércoles, 16 de febrero de 2022

CRISTO O MEJOR DICHO; CHRESTOS?


Chréstos (Gr.) — Primitiva forma gnóstica de Cristo. Fué usada en el quinto siglo antes de J.C. por Esquilo, Herodoto y otros. El Manteumata pythochresta, o sea los “oráculos proferidos por un dios pitio” por medio de una pitonisa, son mencionados por el primero de los autores citados (Choeph. 901). Chrésterion no es solamente “el lugar de un oráculo”, sino también una ofrenda para o por el oráculo. Chréstés es el que explica oráculos, “un profeta y adivino”, y Chrésterios es el lugar que sirve a un oráculo o un dios.

  El primer escritor cristiano, Justino mártir, en su primera Apología, denomina Chréstianos a sus correligionarios. “Sólo a la ignorancia es debido que los hombres se titulen cristianos en lugar de chréstianos”, dice Lactancio (lib. IV, cap. VII). Los términos Cristo y Cristianos, que originalmente se escribían Chrést y Chréstianos, fueron copiados del vocabulario del Templo de los paganos. Chréstos significaba en dicho vocabulario un discípulo puesto a prueba, un candidato para la dignidad de hierofante. Cuando el aspirante la había alcanzado por medio de la iniciación, por largas pruebas y sufrimientos, y había sido ungido (esto es, “frotado con aceite”, como lo eran los Iniciados y aun en las imágenes (ídolos) de los dioses, a modo de último toque de la práctica ceremonial), se cambiaba su nombre en Christos, el “purificado”, en lenguaje del misterio o esotérico. 

  En simbología mística, realmente, Christés o Christos significaba que se había recorrido ya “el camino” el Sendero, (en muchas encarnaciones previas) y ha alcanzado la meta; cuando los frutos de un arduo trabajo para unir la efímera personalidad de barro con la Individualidad indestructible, la transformaban de este modo en el Ego inmortal. “Al término del camino está el Chréstes”, el Purificador, y una vez llevada a cabo la unión, el Chréstos, el “hombre de dolor”, se convertía en Christos mismo. Pablo, el iniciado, sabía esto, y esto precisamente es lo que quería expresar cuando se le hace decir en una mala traducción: “Estoy otra vez en dolores de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros” (Gálat., IV, 19), cuya verdadera interpretación es “…hasta que forméis el Christos dentro de vosotros mismos”. Pero los profanos, que sólo sabían que Chréstés estaba en algún modo relacionado con el sacerdote y el profeta, y nada sabían acerca del significado oculto de Christos, insistieron, como Lactancio y Justino mártir, en ser llamados Chrestianos en vez de Cristianos. Toda persona buena puede, por lo tanto, encontrar a Cristo en su “hombre interno”, según lo expresa San Pablo (Efesos, III, 16, 17), bien sea judío, musulmán, indo o cristiano. Kenneth Mackenzie parecía opinar que la palabra Chréstos era sinónimo de Soter, “nombre destinado a las divinidades, grandes reyes y héroes”, y cuya significación es “Salvador”, y estaba en lo justo. Puesto que, según añade el citado autor: “Dicho término ha sido aplicado de un modo redundante a Jesucristo, cuyo nombre Jesús o Joshua tiene el mismo significado. La denominación de Jesús, en realidad, es más bien un título honorífico que un nombre, puesto que el verdadero nombre de Soter del Cristianismo es Emmanuel, o “Dios con nosotros” (Mat., 1, 23) … En todas las naciones, las grandes divinidades que están representadas como expiatorias, o que se han sacrificado a sí mismas, han sido designadas con el mismo título”(R. M. Cyclop.). El Asklepios (o Esculapio) de los griegos tenía el título de Soter.

Glosario Teosófico
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martes, 15 de febrero de 2022

21 FRASES DE CARL JUNG PARA CONOCERSE MEJOR

 

1 No retengas a quien se aleja de ti. Porque así no llegará quien desea acercarse.

2 Todo lo que nos irrita de otros nos lleva a un entendimiento de nosotros mismos.

3 Si eres una persona con talento, no significa que ya hayas recibido algo. Quiere decir que puedes dar algo.

4 El encuentro de dos personas es como el contacto de dos sustancias químicas: si hay alguna reacción, ambas se transforman.

5 Nada tiene una influencia psicológica más fuerte en su ambiente y especialmente en sus hijos que la vida no vivida de un padre.

6 La vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir.

7 Tu visión se hará más clara solamente cuando mires dentro de tu corazón… Aquel que mira afuera, sueña. Quien mira en su interior, despierta.

8 La soledad no llega por no tener personas a tu alrededor, sino por no poder comunicar las cosas que te parecen importantes a ti, o por mantener ciertos puntos de vista que otros consideran inadmisibles.

9 Muéstreme un ser humano sano y yo lo curaré para ti.

Tendemos hacia el pasado, hacia nuestros padres y hacia delante, hacia nuestros hijos, un futuro que nunca veremos, pero que queremos cuidar.

10 Aquello a lo que te resistes, persiste.

La depresión es como una señora de negro. Si llega, no la expulses, más bien invítala como una comensal a la mesa, y escucha lo que te tiene que decir.

11 A menudo, las manos resolverán un misterio con el que el intelecto ha luchado en vano.

12 El sueño es una pequeña puerta oculta abriéndose a la noche cósmica que era el alma mucho antes de la aparición de la consciencia.

13 Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca.

14 Las personas hacen lo que sea, no importa lo absurdo, para evitar enfrentarse con su propia alma.

15 Yo no soy lo que me sucedió, yo soy lo que elegí ser.

16 Podemos llegar a pensar que nos controlamos por completo. Sin embargo, un amigo puede fácilmente contarnos de nosotros algo de lo que no teníamos ni la menor idea.

17 “Mágico” es simplemente otra palabra para definir el alma.

18 De una manera u otra somos partes de una sola mente que todo lo abarca, un único ’gran hombre.

19 Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la Luz, sino haciendo consciente la oscuridad.

20 Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestra vida como destino.

21 El hombre sano no tortura a otros, por lo general es el torturado el que se convierte en torturador.

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ORIGEN DE LA CRUZ JAINA  O SVASTIKA





ORIGEN DE LA CRUZ JAINA O SVASTIKA



Svastika (Sánsc.) — Según las ideas populares, es la cruz Jaina, o la cruz “de cuatro pies” (croix cramponnée). En las enseñanzas masónicas, “la Orden más antigua de la Fraternidad de la Cruz Mística”, se dice que fué fundada por Fohi, 1027 antes de J.C., e introducida en la China cincuenta y dos años después, estando constituida por los tres grados. 

  En la filosofía esotérica, es el diagrama más místico y antiguo. Es el “originador del fuego par la fricción”, y de los “cuarenta y nueve Fuegos”. Su símbolo fué impreso en el corazón de Buddha, y por esto se le ha denominado “Sello del Corazón”. Se aplicó sobre el pecho de los iniciados después de la muerte de éstos, y es objeto de la más respetuosa mención en el Râmâyana. Esta cruz se ve grabada en todos los templos de roca y edificios prehistóricos de la India, y dondequiera que los budistas han dejado sus huellas. Se la encuentra asimismo en la China, Tíbet y Siam, y entre las antiguas naciones germánicas, en forma de Martillo de Thor. Según describe Eitel en su Manual de Budismo Chino: 1º Se la encuentra entre los bonpas y budistas; 2º es “una de las 65 figuras del Zripâda”; 3º es “el símbolo del Budismo esotérico”; 4º “la marca especial de todas las deidades adoradas por la Escuela del Loto de la China”. Finalmente, y en Ocultismo, es tan sagrada para nosotros como el Tetraktys pitagórico, del cual es verdaderamente el doble símbolo. [La cruz svastika figura a la cabeza de los símbolos religiosos de todas las naciones antiguas; es el más sagrado y místico de la India. Tiene estrecha relación y hasta identidad con la cruz cristiana; lo cual no obsta para que los misioneros digan que es el “signo del diablo”. (Doctr. Secr., II, 103, 104).

  ¿Cómo se explica, pues, que se la encuentre con frecuencia en las catacumbas de Roma, en el célebre púlpito de San Ambrosio de Milán y en tantas otras partes! Emilio Burnouf, siguiendo el parecer de los arqueólogos cristianos, opina que es la forma más antigua del signo de la cruz, porque precisamente es el que se traza en la frente de los jóvenes budistas y estaba en uso entre los brahmanes desde la más remota antigüedad. Como diagrama místico de buen augurio, lleva el nombre de svastika, esto es, signo de salud, porque el svasti era en la India lo que entre los cristianos es la ceremonia de la salutación. Respecto al origen de este signo es fácil de reconocer: representa los dos trozos de madera que componían el aranî, cuyos dos extremos estaban doblados, y por su rápida rotación hacían aparecer Agni (el fuego). — Véase: E. Burnouf, La Science des Religions, págs. 239 y siguientes.

lunes, 14 de febrero de 2022

EL ASPECTO DUAL DE LA SABIDURÍA


H,B Blavastky 1890 Clellected Writings Vol. XII

Nuestra época, decimos, es inferior en Sabiduría a cualquier otra, porque cada día profesa más visiblemente el desprecio por la verdad y la justicia, sin la cual no puede haber Sabiduría. Porque nuestra civilización, cimentada en engaños y apariencias, cuando mucho es como una bella ciénaga verde, un pantano extendido sobre un lodazal mortal. Porque este siglo de cultura y adoración de la materia, mientras que

ofrece premios para cada «mejor cosa» bajo el Sol, desde el bebé más grande y la orquídea más enorme, hasta el más fuerte boxeador y el cerdo más gordo, no tiene ningún estímulo para ofrecer a la moralidad; ningún premio por virtud moral. Porque tiene a las Sociedades para la prevención de crueldad física a los animales y ninguna con el objetivo de prever la crueldad moral practicada en seres humanos. Porque anima, legal y tácitamente, el vicio bajo cualquier forma, desde la venta de whisky hasta la prostitución forzada y el robo causado por sueldos de hambre, extorsión a manera de Shylock, alquileres y otras comodidades de nuestra época cultural. Porque, finalmente, esta es la edad que, aunque proclamada como una edad de libertad física y moral, realmente es la edad de la más feroz esclavitud moral y mental, como nunca antes se ha sabido. La esclavitud al Estado y a los hombres desapareció solamente para dar lugar a la esclavitud a cosas y al Ego, a los propios vicios y tontas costumbres y maneras. Una civilización rápida, adaptada a las necesidades de las clases altas y medias, que por contraste solamente condenó a las masas hambrientas hacia una mayor desdicha. Habiendo nivelado a las dos anteriores las hizo ignorar aún más la substancia a favor de la forma y apariencia y por consiguiente forzando al hombre moderno a una vil prisión, una dependencia servil de cosas inanimadas, para usar y servir lo que es el primer deber obligatorio de todo hombre culto.

¿Dónde se encuentra entonces la sabiduría de nuestra edad moderna? En verdad, se requiere solamente de pocas líneas para mostrar porqué nos inclinamos ante la Sabiduría antigua, mientras que rechazamos completamente verla en nuestra civilización moderna. Pero para empezar, ¿qué opina nuestra crítica de la palabra «Sabiduría»? A pesar de que nunca hemos admirado excesivamente a Lactantius, aunque debemos reconocer que incluso este inocente Padre de iglesia con todos sus insultos hirientes tocante al sistema heliocéntrico, definió el término muy correctamente al decir que «el primer punto de Sabiduría es discernir qué es falso y el segundo saber qué es verdad». Y si es así, ¿qué posibilidad existe para nuestro siglo de falsificación, desde el revisado texto Bíblico hasta la mantequilla natural, de poner una queja a la «Sabiduría»? Pero antes de cruzar las espadas sobre este asunto, haríamos bien, quizás, en definir nosotros mismos el término.

   Acertemos al decir que Sabiduría es, a lo mucho, una palabra elástica– sea como fuera usada en lenguas europeas. Que no muestra ninguna idea clara de su significado, a menos que sea precedida o seguida por algún adjetivo calificativo. En la Biblia, efectivamente, el equivalente Hokhmâh en hebreo (en griego, Sophia) es aplicado a las cosas más diferentes –abstractas y concretas. Por lo tanto encontramos «Sabiduría» como la característica, tanto de inspiración divina, como también de astucia y oficios terrenales; como significa la Sabiduría Secreta de las Ciencias Esotéricas y también fe ciega; la «veneración del Señor» y los magos del Faraón. El nombre está aplicado con indiferencia a Cristo y a la hechicería, porque la bruja Sedecla también está referida como la «mujer sabia de En-Dor». De la más temprana antigüedad cristiana, empezando con San Juan (III, 13–17), hasta el último predicador Calvinista, quien ve en el infierno y en la condenación eterna una prueba de «la sabiduría del Todopoderoso», el término ha sido usado con los más variados significados. Pero San Juan enseña dos tipos de sabiduría; una enseñanza con la cual concordamos completamente. Tira una gruesa línea de separación entre la «Sofía» divina o intuitiva –la Sabiduría de arriba– y la sabiduría (III, 15) terrena, psíquica y diabólica. Para el verdadero Teósofo no hay ninguna sabiduría salvo la primera. Si esto fuera el caso, podría uno declarar con Pablo, que habla de esta sabiduría exclusivamente sólo entre los «que son perfectos», es decir los iniciados en los misterios, o por lo menos familiarizados con el A B C de las ciencias sagradas. Pero, por grande que haya sido su error, por prematuro que haya sido su esfuerzo de sembrar las semillas de la verdadera y eterna gnosis en tierra sin preparar, sus motivos eran buenos y su intención altruista, y por eso fue apedreado.

 

   Si solamente hubiera tratado de predicar alguna ficción particular propia, o si lo hubiera hecho para beneficio propio, ¿quién lo hubiera divisado jamás o tratado de aplastarlo, entre los cientos de falsas sectas, «colecciones» diarias y «sociedades» locas? Pero su caso era diferente. Por muy cuidadoso, no hablaba sobre «la sabiduría de este mundo» sino sobre la verdad o la «sabiduría oculta»… la cual no conoce ninguno de los Príncipes de este Mundo (I Corint. II.) como mínimo de todos los Arcontes de nuestra ciencia moderna. Sin embargo, con respecto a la sabiduría «psíquica», que Juan define como terrenal y diabólica, existían en todas las épocas desde los días de Pitágoras y Platón, cuando por un philosophus existían nueve sophistæ, hasta nuestra era moderna. Nuestro siglo da la bienvenida a tal sabiduría, y en efecto está completamente en su derecho de poner una demanda. Además, es un vestuario de fácil puesta; nunca hubo un período donde los cuervos se negaran a formarse en las plumas del pavo real, si se ofrecía la oportunidad.

   Pero ahora como en aquel entonces, tenemos un derecho de analizar los términos usados e inquirir en las palabras del Libro de Job, esta alegoría sugestiva de purificación Kármica y ritos iniciáticos: «¿Dónde se puede encontrar (verdadera) sabiduría? ¿Dónde está el lugar de la comprensión?» y para contestar nuevamente en sus palabras: «Con el anciano está la sabiduría y en la longitud de los días la comprensión» (Job, XXVIII, 12 y XII, 12).

   Aquí tenemos que calificar, una vez más, un término dudoso, a saber: la palabra «anciano», y explicarla. Como está interpretada por la iglesia ortodoxa, en la boca de Job tiene un significado; pero con el Cabalista otro muy diferente; mientras que en la Gnosis del Ocultista y Teósofo tiene claramente un tercer significado, el mismo que tenía en el original Libro de Job, una obra pre-mosaica y un tratado reconocido en la Iniciación. Por lo tanto el Cabalista aplica el adjetivo «anciano» a la PALABRA manifestada o LOGOS (Dabar) de la deidad eternamente oculta y que no puede reconocerse. Daniel, en una de sus visiones, también la usa al hablar de Jahve –el andrógino Adam Kadmon. El hombre de iglesia la conecta con su Jehová antropomórfico, el «Señor Dios» de la Biblia traducida. Pero el Ocultista Oriental emplea el término místico solamente al referirse al Ego superior reencarnado. Porque, estando Sabiduría divina difundida a través del Universo infinito, y siendo nuestro SER SUPERIOR una parte integral de ello, la luz átmica del último puede estar centrada solamente en lo que, aunque eterno, está siempre individualizado –es decir, el Principio intuitivo, el Dios manifestado dentro de cada ser racional, nuestro Manas Superior que es uno con Buddhi. Es esa luz colectiva que es la «Sabiduría superior», y la cual cada vez que descienda al Ego personal, se encuentra «pura, pacífica, gentil». De aquí es la afirmación de Job que la «Sabiduría está con el Anciano» o Buddhi-Manas. Porque el Divino «Yo» Espiritual está eternamente sólo, y el mismo a través de todos los nacimientos; mientras que las «personalidades» que informa en sucesión son desvanescentes, cambiando como las sombras de una serie de formas caleidoscópicas en una linterna mágica. Es el «Anciano», porque, siendo llamado Sofía, Krishna, Buddhi-Manas o Cristo, es siempre el «primer nacido» de Alaya-Mahat, la Mente Universal y la Inteligencia del Universo. Esotéricamente entonces, la declaración de Job debe leerse: «Con el Anciano (el Ego Superior del hombre) está la Sabiduría, y en la longitud de los días (o número de sus re-encarnaciones) está la comprensión». Ningún hombre puede aprender la verdad y la sabiduría final en un solo nacimiento; y cada nuevo renacimiento, si reencarnamos para prosperidad o para pesar, es otra lección más que recibimos en manos del estricto y siempre justo instructor –VIDA KARMICA.

   Pero el mundo –el mundo Occidental, de todas formas– no sabe nada de esto y se niega a aprender algo. Para él, cualquier noción del Ego Divino o la pluralidad de nacimientos es «estupidez pagana». El mundo Occidental rechaza estas verdades y no reconocerá a ningún hombre sabio, excepto los de su propia creación, creado a su propia imagen, nacido dentro de su propia era y enseñanzas cristianas. La única «sabiduría» que entiende y practica es la psíquica, la sabiduría «terrenal y diabólica» de la que habló Jacobo, haciendo por lo tanto de la Sabiduría real una designación inaplicable y una degradación. Sin embargo, sin considerar sus múltiples variedades, existen dos tipos de la sabiduría «terrenal» en nuestro globo de lodo –la real y la aparente. Entre los dos, hasta para el observador superficial de este mundo malicioso y bullicioso, existe un abismo profundo, y no obstante ¡cuan poca gente consentirá verlo! La razón para ello es bastante natural. El egoísmo humano es tan fuerte que dondequiera que exista el más leve interés personal de ganancia, los hombres se vuelven sordos y ciegos a la verdad, tantas veces conscientemente como no. Tampoco hay muchas personas capaces de reconocer tan rápido como es aconsejable, la diferencia entre hombres que son sabios y los que solamente parecen sabios, siendo los últimos considerados principalmente como tales, porque son muy inteligentes para hacer sonar su propia trompeta. Hasta aquí sobre «sabiduría» en el mundo profano.

 


domingo, 13 de febrero de 2022

H.P. Blavatsky en el Tibet

                             

Por Sylvia Cranston

El argumento acostumbrado para negar que HPB haya vivido en el Tibet es que el país había estado cerrado para las intrusiones extranjeras durante varios siglos. Además, considerando la azarosas condiciones del viaje y los altos pasos de montaña que debían atravesarse, ¿cómo podría haber sobrevivido una mujer sola? 

 Para contrarrestar la primera objeción es importante conocer algunos pequeños sucesos. En “Tibet, el Reino Sagrado”, del cual el Dalai Lama escribió la introducción, el autor, Dobsang Lhalungpa, escribe: 

    “Aunque el Tibet se encontraba relativamente aislado -su historia la hizo interesante para los extranjeros y Lhasa fue conocida en Occidente durante siglos como “La Ciudad Prohibida” — siempre estaba abierta para los pueblos vecinos y había continuos corrillos de visitantes, peregrinos y comerciantes desde y fuera, de Mongolia, China, Bhután, India y Ladakh. Durante los festivales buddhistas principales la ciudad contenía más de dos veces su capacidad y las carpas de miles de monjes y peregrinos se apilaban dentro de la antigua ciudadela”. (1)

 HPB, con su rostro mongol y su piel oliva-amarilla, podría haber tenido poca dificultad en vivir en Lhasa o en cualquier otro lugar del Tibet. 

 Respecto de la segunda objeción, HPB jamás afirmó que ella viajaba sola o a pie, como suponen sus críticos. Es más fácil que estuviera acompañada por sus maestros, que viajaban a caballo. Heinrich Harrer, en “Siete Años en el Tibet”, registra que las mujeres jinetes eran algo común de ver en el Tibet (2). HPB misma era una soberbia jinete. 

 Uno de sus maestros escribió a Sinnett: “Aquellos que desean conocernos nos encontrarán en la misma frontera”. Otros, “no nos encontrarán aunque vayan a Lhasa con un ejército” 

 (3). También es posible entrar al Tibet por una ruta menos cansadora que la elevada, esta requiere provisiones masivas y suficientes cargadores nativos para transportarlos. Harrer viajó vía el río Indo. Además, la disponibilidad de mercados de alimentos haría innecesario el transporte de las provisiones necesarias. 

 Debe aclararse que los maestros de HPB no eran tibetanos, sino indios. Su gurú especial; el Mahatma Morya (en general llamado Maestro M) había nacido en Punjab; su colega, el Mahatma Koot Hoomi (Maestro KH) había nacido en Kashmir, HPB escribe: “Más allá de los Himalayas existe un núcleo de Adeptos, de varias nacionalidades, y el Teshu [Panchen] Lama los conoce, y ellos actúan juntos, y algunos de ellos están con él y permanecen desconocidos en su verdadero carácter aún para la mayoría de los lamas -que son en su mayoría tontos ignorantes (4). Mi Maestro, y KH y varios más que conozco personalmente allí, van y vienen, y todos están en comunicación con Adeptos en Egipto y Siria y hasta en Europa”. 

 (5) El Teshu, o Panchen Lama vivía en una ciudad monasterio de Tashilunpo cerca del Shigatse, y aparentemente aquí fue HPB en su estadía en el Tibet. Lhasa estaba mucho más lejos de la frontera India. Sin embargo, ya sea que su destino haya sido Lhasa o Shigatse, algunos de los pasos que era necesario cruzar estaban a 14.000 pies por sobre el nivel del mar y el viaje debe haber sido cansador en extremo. Sven Hedin, explorador sueco del Tibet y Asia Central, escribe sobre sus viajes a través de “la gloriosas montañas gigantes con nieve -picos nevados y laberintos de valles escondidos” -ofreciendo el más magnífico escenario del mundo: 

 “Penetramos más y más profundo en lo desconocido, dejando detrás de nosotros una tras otra cadena de montañas. Después de cada paso se abría ante nosotros una nueva tierra desplegada en su panorama desolado y salvaje, hacia un horizonte nuevo y misterioso; una nueva línea de picos nevados, piramidales o redondos. Aquellos que imaginan que esa jornada en soledad y desolación es tediosa y cansadora están en un error. Ningún espectáculo puede ser más sublime. Cada día de la marcha, cada recodo trae descubrimientos de inimaginable belleza”.

  (6) ¡No es raro que HPB exclamara alguna vez que mas bien viviría en una cueva del Tibet que en un país así llamado civilizado del mundo! Al considerar cuál es la evidencia existente, si la hay, para apoyar la afirmación de Blavatsky de haber vivido en Tibet, uno debe tener en cuenta que su conocimiento del Buddhismo Tibetano era mucho mayor de lo que en ese momento estaba disponible al público, o a los eruditos Occidentales. El Dr. G. P. Malamalasekera, presidente fundador de la Fraternidad Buddhista Mundial coloca a “Blavatsky” en su monumental Enciclopedia de Buddhismo: “Su familiaridad con el Buddhismo Tibetano y las prácticas esotéricas buddhistas parecen estar fuera de toda duda” . 

 (7) El filósofo japonés y maestro D. T. Suzuki, que trajo el Buddhismo Zen a Occidente, cree que “sin duda Madame Blavatsky fue de alguna manera iniciada en el lado más profundo de la enseñanza Mahayana…” (8) Respecto de las credenciales de Suzuki para hacer tal evaluación en 1966, cuando falleció a la edad de 95 años, el London Times dice: “El Dr. Suzuki fue una figura destacada en el campo de la filosofía oriental, porque era al mismo tiempo un erudito de rango internacional, un maestro espiritual que había logrado la iluminación por la que había luchado, y un escritor que en alrededor de 20 volúmenes enseñó a Occidente la naturaleza y propósito del Buddhismo Zen. Como erudito fue maestro de textos sánscritos y buddhistas chinos, con un conocimiento actualizado del pensamiento europeo en varios lenguajes”. Suzuki no sólo influenyó la generación Zen, sino a muchos profesionales. Cuando condujo seminarios en la Universidad de Columbia en la década de 1950, sus estudiantes incluyeron psicoanalistas y terapeutas tales como Erich Fromm y Karen Horney, así como artistas, compositores y escritores (9). Algunos psiquiatras y psicólogos de los años 50 pasaron una semana con él durante el verano de 1957. El volumen Psicoanálisis y Buddhismo Zen fue uno de los resultados de la conferencia, por Fromm, Suzuki y DeMartino, publicado por Harper y Row. 

 Al revisar el contacto de Suzuki con los escritos de HPB, debe mencionarse que hasta 1927, cuando sus ensayos aparecieron por primera vez, prácticamente todas las escrituras buddhistas que Occidente conocía y estudiaba se traducían de la escuela Theravada del Buddhismo del Sur. Consecuentemente, cuando en 1919, el Dr. Suzuki se cruzó con la traducción de HPB de La Voz del Silencio, publicado en 1889, se sorprendió en grande. “Vi La Voz del Silencio por primera vez en Oxford” relató más tarde a un amigo. “Conseguí una copia y la envié a la Sra. Suzuki (entonces Señora Beatriz Lane) en la Universidad de Columbia, escribiéndole: “Aquí está el verdadero Buddhismo Mahayana” (10). Muchos eruditos Occidentales, incidentalmente, no aceptan “La Voz del Silencio” como genuino, porque jamás han visto el trabajo original del cual es tomado. Otra evidencia del alta estima del Dr. Suzuki por HPB se evidenció cuando él visitó los Estados Unidos en 1935. Boris de Zirkoff había estado en contacto con Suzuki sobre algunas escrituras buddhistas y al saber que le era imposible visitar el país, hizo arreglos a través de Nyogen Senzaki, un monje buddhista y maestro en Los Angeles, para que Suzuki visitara a de Zirkoff en su oficina en el Cuartel Internaciones de la ST en Point Loma, California. Cuando el filósofo japonés entró, fue atraído inmediatamente por un retrato de HPB sobre la pared, y luego de permanecer en silenciosa meditación, se volvió a su huésped y dijo: “Ella era alguien que lo logró” (11). 

 En 1989, fue celebrado el 100mo. aniversario de “La Voz del Silencio” y se imprimió una edición especial del trabajo, a la cual, el presente Dalai Lama escribió un Prefacio (12). 

 Este era el año en que él recibió el Premio Nobel de la Paz y El Premio Raoul Wallenberg de Derechos Humanos. El prefacio dice: “El Sendero del Bodhisattva Encontré a los miembros de la Sociedad Teosófica por primera vez hace 30 años, cuando visité la India para participar de las celebraciones del 2.500 aniversario del Buddha. Desde entonces, he tenido el placer de compartir mis pensamientos con los teósofos de varias partes del mundo en numerosas ocasiones. Tengo mucha admiración por sus propósitos espirituales. Creo que los individuos pueden ser buenos seres humanos sin necesidad de ser espirituales. También acepto su derecho de no querer ser espirituales o creer en una religión particular. Al mismo tiempo, siempre he creído que el desarrollo interno espiritual es necesario para una mayor felicidad humana y para incrementar nuestra capacidad para beneficiar a otros. 

 En consecuencia, estoy feliz de esta larga asociación con los teósofos y de enterarme sobre la Edición del Centenario: La Voz del Silencio, que se producirá este año. Creo que este libro ha influenciado a muchos buscadores y aspirantes sinceros con la sabiduría y compasión del Sendero del Bodhisattva. Doy una calurosa bienvenida a esta Edición Centenario y confío en que beneficiará a muchos más. El XIVvo. Dalai Lama, Abril 26 de 1989”. 

 A continuación de este prefacio de la edición centenario, sigue un mensaje del 9no. Panchen Lama (1883–1933), que escribió para “La voz del Silencio” publicada en inglés en 1927 por una Sociedad Chino Buddhista de Investigación en Beijing (13). El mensaje, o sutra, como lo llama el buddhismo, fue escrito en la caligrafía del Panchen Lama en tibetano. El sutra fue compuesto y escrito en caracteres tibetanos por el 9no. Panchen Lama y se incluyó a su pedido en la edición de China, Beijing de 1927 de “La Voz del Silencio de H. P. Blavatsky”. Traducción: “Todos los seres desean la liberación de la miseria. Busca, por tanto, las causas de la miseria y bórralas, al entrar al sendero se logra la liberación de la miseria. Exhorta entonces, a todos los seres a entrar al sendero”. 

 El prólogo de la edición de 1927 establece que la edición fue impresa por solicitud del Panchen Lama y que su grupo, junto con varios eruditos chinos, verificó la traducción de Madame Blavatsky de las palabras tibetanas. El prefacio también menciona que ella estudió durante varios años en Tashilunpo y conocía previamente muy bien al Panchen Lama. 

 Bibliografía: (1) Lhalungpa, Lobsang: Tibet the Sacred Realm: Photographs 1880–1950 , Philadelphian Museum of Art/Aperture, Philadelphia, 1983. (2) Harrer, Heinrich: “Seven Years in Tibet”, E.P. Dutton, Nueva York, 1954. (3) Blavatsky, Helena: The Letters of H.P Blavatsky to A. P. Sinnett, Unwin. Londres, 1925. (4) “The Theosophist”: “Echoes from the Past”, octubre 1907. (5) “The Theosophist”: Op. Cit. (6) Lhalungpa; Lobsang: Op. Cit. (7) Malasekera, G.P.: Voz “Blavatsky” en “Encyclopedia of Buddhism”, vol. 3. (8) Suzuki, D.T.: “The Field of Zen”, Sociedad Budista, Londres, 1969. (9) Fields, Rick: “How the Swans Came to the Lake”, Shambala, Boston, 1981. (10) Buddhist News, agosto 1965. (11) Archivos de Zirkoff, Sociedad Teosófica, Wheaton, Illinois. (12) Blavatsky, Helena: “The Voice of the Silence”, Concord Grve Press, Santa Bárbara, 1989. (13) Blavatsky, Helena: “The Voice of the Silence”, Sociedad China de Investigaciones Budistas, Beijing, 1927.