lunes, 14 de febrero de 2022

EL ASPECTO DUAL DE LA SABIDURÍA


H,B Blavastky 1890 Clellected Writings Vol. XII

Nuestra época, decimos, es inferior en Sabiduría a cualquier otra, porque cada día profesa más visiblemente el desprecio por la verdad y la justicia, sin la cual no puede haber Sabiduría. Porque nuestra civilización, cimentada en engaños y apariencias, cuando mucho es como una bella ciénaga verde, un pantano extendido sobre un lodazal mortal. Porque este siglo de cultura y adoración de la materia, mientras que

ofrece premios para cada «mejor cosa» bajo el Sol, desde el bebé más grande y la orquídea más enorme, hasta el más fuerte boxeador y el cerdo más gordo, no tiene ningún estímulo para ofrecer a la moralidad; ningún premio por virtud moral. Porque tiene a las Sociedades para la prevención de crueldad física a los animales y ninguna con el objetivo de prever la crueldad moral practicada en seres humanos. Porque anima, legal y tácitamente, el vicio bajo cualquier forma, desde la venta de whisky hasta la prostitución forzada y el robo causado por sueldos de hambre, extorsión a manera de Shylock, alquileres y otras comodidades de nuestra época cultural. Porque, finalmente, esta es la edad que, aunque proclamada como una edad de libertad física y moral, realmente es la edad de la más feroz esclavitud moral y mental, como nunca antes se ha sabido. La esclavitud al Estado y a los hombres desapareció solamente para dar lugar a la esclavitud a cosas y al Ego, a los propios vicios y tontas costumbres y maneras. Una civilización rápida, adaptada a las necesidades de las clases altas y medias, que por contraste solamente condenó a las masas hambrientas hacia una mayor desdicha. Habiendo nivelado a las dos anteriores las hizo ignorar aún más la substancia a favor de la forma y apariencia y por consiguiente forzando al hombre moderno a una vil prisión, una dependencia servil de cosas inanimadas, para usar y servir lo que es el primer deber obligatorio de todo hombre culto.

¿Dónde se encuentra entonces la sabiduría de nuestra edad moderna? En verdad, se requiere solamente de pocas líneas para mostrar porqué nos inclinamos ante la Sabiduría antigua, mientras que rechazamos completamente verla en nuestra civilización moderna. Pero para empezar, ¿qué opina nuestra crítica de la palabra «Sabiduría»? A pesar de que nunca hemos admirado excesivamente a Lactantius, aunque debemos reconocer que incluso este inocente Padre de iglesia con todos sus insultos hirientes tocante al sistema heliocéntrico, definió el término muy correctamente al decir que «el primer punto de Sabiduría es discernir qué es falso y el segundo saber qué es verdad». Y si es así, ¿qué posibilidad existe para nuestro siglo de falsificación, desde el revisado texto Bíblico hasta la mantequilla natural, de poner una queja a la «Sabiduría»? Pero antes de cruzar las espadas sobre este asunto, haríamos bien, quizás, en definir nosotros mismos el término.

   Acertemos al decir que Sabiduría es, a lo mucho, una palabra elástica– sea como fuera usada en lenguas europeas. Que no muestra ninguna idea clara de su significado, a menos que sea precedida o seguida por algún adjetivo calificativo. En la Biblia, efectivamente, el equivalente Hokhmâh en hebreo (en griego, Sophia) es aplicado a las cosas más diferentes –abstractas y concretas. Por lo tanto encontramos «Sabiduría» como la característica, tanto de inspiración divina, como también de astucia y oficios terrenales; como significa la Sabiduría Secreta de las Ciencias Esotéricas y también fe ciega; la «veneración del Señor» y los magos del Faraón. El nombre está aplicado con indiferencia a Cristo y a la hechicería, porque la bruja Sedecla también está referida como la «mujer sabia de En-Dor». De la más temprana antigüedad cristiana, empezando con San Juan (III, 13–17), hasta el último predicador Calvinista, quien ve en el infierno y en la condenación eterna una prueba de «la sabiduría del Todopoderoso», el término ha sido usado con los más variados significados. Pero San Juan enseña dos tipos de sabiduría; una enseñanza con la cual concordamos completamente. Tira una gruesa línea de separación entre la «Sofía» divina o intuitiva –la Sabiduría de arriba– y la sabiduría (III, 15) terrena, psíquica y diabólica. Para el verdadero Teósofo no hay ninguna sabiduría salvo la primera. Si esto fuera el caso, podría uno declarar con Pablo, que habla de esta sabiduría exclusivamente sólo entre los «que son perfectos», es decir los iniciados en los misterios, o por lo menos familiarizados con el A B C de las ciencias sagradas. Pero, por grande que haya sido su error, por prematuro que haya sido su esfuerzo de sembrar las semillas de la verdadera y eterna gnosis en tierra sin preparar, sus motivos eran buenos y su intención altruista, y por eso fue apedreado.

 

   Si solamente hubiera tratado de predicar alguna ficción particular propia, o si lo hubiera hecho para beneficio propio, ¿quién lo hubiera divisado jamás o tratado de aplastarlo, entre los cientos de falsas sectas, «colecciones» diarias y «sociedades» locas? Pero su caso era diferente. Por muy cuidadoso, no hablaba sobre «la sabiduría de este mundo» sino sobre la verdad o la «sabiduría oculta»… la cual no conoce ninguno de los Príncipes de este Mundo (I Corint. II.) como mínimo de todos los Arcontes de nuestra ciencia moderna. Sin embargo, con respecto a la sabiduría «psíquica», que Juan define como terrenal y diabólica, existían en todas las épocas desde los días de Pitágoras y Platón, cuando por un philosophus existían nueve sophistæ, hasta nuestra era moderna. Nuestro siglo da la bienvenida a tal sabiduría, y en efecto está completamente en su derecho de poner una demanda. Además, es un vestuario de fácil puesta; nunca hubo un período donde los cuervos se negaran a formarse en las plumas del pavo real, si se ofrecía la oportunidad.

   Pero ahora como en aquel entonces, tenemos un derecho de analizar los términos usados e inquirir en las palabras del Libro de Job, esta alegoría sugestiva de purificación Kármica y ritos iniciáticos: «¿Dónde se puede encontrar (verdadera) sabiduría? ¿Dónde está el lugar de la comprensión?» y para contestar nuevamente en sus palabras: «Con el anciano está la sabiduría y en la longitud de los días la comprensión» (Job, XXVIII, 12 y XII, 12).

   Aquí tenemos que calificar, una vez más, un término dudoso, a saber: la palabra «anciano», y explicarla. Como está interpretada por la iglesia ortodoxa, en la boca de Job tiene un significado; pero con el Cabalista otro muy diferente; mientras que en la Gnosis del Ocultista y Teósofo tiene claramente un tercer significado, el mismo que tenía en el original Libro de Job, una obra pre-mosaica y un tratado reconocido en la Iniciación. Por lo tanto el Cabalista aplica el adjetivo «anciano» a la PALABRA manifestada o LOGOS (Dabar) de la deidad eternamente oculta y que no puede reconocerse. Daniel, en una de sus visiones, también la usa al hablar de Jahve –el andrógino Adam Kadmon. El hombre de iglesia la conecta con su Jehová antropomórfico, el «Señor Dios» de la Biblia traducida. Pero el Ocultista Oriental emplea el término místico solamente al referirse al Ego superior reencarnado. Porque, estando Sabiduría divina difundida a través del Universo infinito, y siendo nuestro SER SUPERIOR una parte integral de ello, la luz átmica del último puede estar centrada solamente en lo que, aunque eterno, está siempre individualizado –es decir, el Principio intuitivo, el Dios manifestado dentro de cada ser racional, nuestro Manas Superior que es uno con Buddhi. Es esa luz colectiva que es la «Sabiduría superior», y la cual cada vez que descienda al Ego personal, se encuentra «pura, pacífica, gentil». De aquí es la afirmación de Job que la «Sabiduría está con el Anciano» o Buddhi-Manas. Porque el Divino «Yo» Espiritual está eternamente sólo, y el mismo a través de todos los nacimientos; mientras que las «personalidades» que informa en sucesión son desvanescentes, cambiando como las sombras de una serie de formas caleidoscópicas en una linterna mágica. Es el «Anciano», porque, siendo llamado Sofía, Krishna, Buddhi-Manas o Cristo, es siempre el «primer nacido» de Alaya-Mahat, la Mente Universal y la Inteligencia del Universo. Esotéricamente entonces, la declaración de Job debe leerse: «Con el Anciano (el Ego Superior del hombre) está la Sabiduría, y en la longitud de los días (o número de sus re-encarnaciones) está la comprensión». Ningún hombre puede aprender la verdad y la sabiduría final en un solo nacimiento; y cada nuevo renacimiento, si reencarnamos para prosperidad o para pesar, es otra lección más que recibimos en manos del estricto y siempre justo instructor –VIDA KARMICA.

   Pero el mundo –el mundo Occidental, de todas formas– no sabe nada de esto y se niega a aprender algo. Para él, cualquier noción del Ego Divino o la pluralidad de nacimientos es «estupidez pagana». El mundo Occidental rechaza estas verdades y no reconocerá a ningún hombre sabio, excepto los de su propia creación, creado a su propia imagen, nacido dentro de su propia era y enseñanzas cristianas. La única «sabiduría» que entiende y practica es la psíquica, la sabiduría «terrenal y diabólica» de la que habló Jacobo, haciendo por lo tanto de la Sabiduría real una designación inaplicable y una degradación. Sin embargo, sin considerar sus múltiples variedades, existen dos tipos de la sabiduría «terrenal» en nuestro globo de lodo –la real y la aparente. Entre los dos, hasta para el observador superficial de este mundo malicioso y bullicioso, existe un abismo profundo, y no obstante ¡cuan poca gente consentirá verlo! La razón para ello es bastante natural. El egoísmo humano es tan fuerte que dondequiera que exista el más leve interés personal de ganancia, los hombres se vuelven sordos y ciegos a la verdad, tantas veces conscientemente como no. Tampoco hay muchas personas capaces de reconocer tan rápido como es aconsejable, la diferencia entre hombres que son sabios y los que solamente parecen sabios, siendo los últimos considerados principalmente como tales, porque son muy inteligentes para hacer sonar su propia trompeta. Hasta aquí sobre «sabiduría» en el mundo profano.

 


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